Días y noches de cielos infinitos. Muerte y vida que se conjugan en los rituales del té. Pasaporte al mundo de Las mil y una noches. La muerte. La solidaridad. La esperanza.
Rostros sin miedo de niños. Ojos en llamas de mujeres.... el amor en el desierto, entre la nada.
La promesa de libertad. El anhelo de la autodeterminación. La resistencia.
Son 31 años de exilio para el desterrado pueblo saharahui. La mitad de ellos en guerra, y después, una tregua infinita atrapada en un tablero que se mueve desde los centros del poder.
El saldo: miles de muertos y más de 250 mil refugiados en tierras argelinas. Arenas secas de Tinduf, que en el verano registran temperaturas de 50 grados.
En su lucha cotidiana por sobrevivir en el desierto, los saharahuis levantan modestos talleres, huertos, precarios hospitales y escuelas, en la que todos los niños están matriculados. Los cuatro distritos o wilayas, llamados como las cuatro principales ciudades del Sáhara (El-Aauín, Smara, Dajla y Auserd) se organizan en dairas, que las mujeres hacen funcionar mientras los hombres permanecen en las zonas liberadas. Sus "casas" son tiendas de campaña proporcionadas por la ACNUR y construcciones de adobe que sirven de cocina. Los saharahuis se mantienen bajo condiciones mínimas con la ayuda internacional: hay un médico por tres mil pacientes, dos teléfonos y un aparato de radio por cada mil habitantes, y 85 por ciento de la población se dedica al pastoreo.
Marruecos, el invasor, mantiene ocupada la zona más rica en recursos naturales como petróleo, uranio, hierro y mil 500 kilómetros de litorales; el llamado “triangulo útil” entre El Aaiún, Esmara y las ricas reservas de fosfatos de Bu-Craa, cuyas minas están consideradas como las de mejor calidad del mundo y son el motivo de de tantos y tan poderosos intereses sobre las tierras del Sahara. Desde 1991, los saharahuis esperan un referéndum de autodeterminación que fue promesa del Plan de Paz. Las gestiones de los organismos internacionales han sido inútiles, frente a los apoyos cosechados por Marruecos, principalmente de Estados Unidos. El socialismo de facto en el que viven los campamentos de refugiados es un germen peligroso para la tranquilidad del imperio. Con la Misión de Naciones Unidas en el Sáhara Occidental (MINURSO) en su enésima prórroga, el prometido referéndum se ve cada día más lejos, pero el Frente Polisario mantiene su posición: sólo aceptará la decisión de las urnas.
La lucha por la vida en el Sáhara está demasiado lejos para la comunidad internacional. El pueblo saharahui, en cambio, no pierde el ánimo de recuperar su libertad.
Daniela Pastrana
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