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ME NIEGO

Me niego, a dormir, a dar descanso a mis adormecidos párpados mientras mi gente llora, mientras mira al infinito pensando en los años cual peso en arena, viéndolos transcurrir tediosos y lentos, repetidos cual calca monótona de un ayer cargado de una vana esperanza, me niego.

Me niego a discurrir un poema de derrota en el azul cielo y el rojinegro atardecer moteado de azulgrana, a cesar el eco de mi voz que denuncia el dolor que aguijonea las rugosas pieles de los viejos y cercena su visión cansada por los mortuorios rayos solanos, me niego a olvidar la causa y la lucha, a bajar las cansadas manos que temblorosas esperan una tierra y una patria tan lejana, detrás de de los mares de arena que brillan cual superficie de cristal, me niego.

Se despierta la inocencia, brilla el sol cabizbajo y soñoliento, espera la gota como detenida en el espacio negándose a estrellarse estrepitosamente contra el polvoriento suelo. Las arremetidas bocanadas de caluroso viento obligan a nubarrones de polvo y arena a desplazarse como grotescos gusanos gigantescos sobre las finas texturas de medianas dunas del desierto y me niego, me niego a volver la vista como tratando de olvidar sin un ánimo de lucha. Me niego a rendirme al desvelo y la injusticia de colmillos escarlatas que engulle la razón y la verdad, a morder los resecos labios tragando las amargas palabras hastiadas de promesas pesadas en la desigual balanza de la conveniencia.

Me niego a aceptar que el corazón sea vendido a precio tierra y mineral. Me niego a que las heridas y marcas de una cruenta represión queden impunes, a que sean vanos los sacrificiales años de libertades privadas. Me niego a dejar que anochezca tan abruptamente antes de que vea una pincelada de esperanza en la desafiante y glotona penumbra que carcome los últimos rayos del sol.

Me niego a olvidar las vivas notas de los cánticos y a dejar que sean convertidas en tristes sollozos de las mujeres que gimen anhelando el regreso de su amado, que sin más, se agazapa entre las minas suplicando que olviden su mortal acometido, o que detrás del muro con los ojos perlados soporta las inclemencias del verano y los azotados vientos de invierno que congela las huesos, me niego.

Me niego, a ver desangrar mi patria, a ver su sangre tornasol que corra por las dunas como ríos de dolor, me niego, con la negación a la tiranía, con voz no de improperios, sino con voz de la razón no una razón barata ni ignorante, sino con una razón con el peso miles de voces, un clamor de multitud.

Me niego, me niego a despertar otra vez en medio de la vida con las manos en la nada, con la vista perdida, y con un aliento pausado de esos que tienen los moribundos, me niego.

Gabriel Flores

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