Nosotros que de la arcilla hemos cimentado un sueño,
y fraguado el combate por la justicia
de un retorno triunfal a la patria,
nos damos cuenta, tumbo a tumbo,
del chasco que es la mano ecuánime del mundo.
Mano en la que creíamos a ojos nublados y a pies cautivos.
El enemigo sigue allí y nos exprime.
Ha talado nuestra paciencia a porrazos,
a gases y a balazos,
frente a la apatía más pusilánime.
La sangre saharaui se desparrama en medio de las jaimas,
fluye en las calles de El Aaiún entre cristales rotos,
en el suelo de las habitaciones.
Se coagula en los ojos, en los estómagos, y en las nalgas,
en la piel enrejada y a trozos,
en los costados despedazados a golpes.
Brota de una dentadura rota a puños,
de la cabellera negra abierta como acequia,
y de una y otra mejía
abofeteada con salvaje furia.
Frente a la apatía pusilánime del mundo,
el enemigo sigue allí,
y clava con sus ruedas nuestros hígados,
la hemorragia salpica los televisores
y orada nuestras conciencias.
A qué esperamos hermanos.
Limam Boisha
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